sábado, 12 de diciembre de 2015

Año de la Misericordia en la diócesis


Mañana se inaugura en nuestra diócesis el Año de la Misericordia.

Después del comienzo oficial del Año Santo de la Misericordia, inaugurado en Roma por el Papa Francisco el pasado martes, 8 de diciembre, se dará paso a la inauguración del mismo en las Iglesias particulares de todo el mundo, el próximo domingo, día 13 de diciembre. Así sucederá también en nuestra diócesis, este próximo domingo.

El acto comenzará en la iglesia de San Tirso, a las 17,30 horas, con la presencia del Arzobispo de Oviedo junto con el Obispo electo de Astorga, Mons. Juan Antonio Menéndez, sacerdotes y fieles. Allí se leerá la introducción de la Bula de convocatoria del Jubileo de la Misericordia.
Seguidamente, tendrá lugar la procesión del Arzobispo, los diáconos, los presbíteros y los fieles hasta la Catedral, donde se detendrán ante la puerta principal, y tras una breve oración, accederán al interior del templo y dará comienzo la Eucaristía.

En la Catedral de Oviedo no existirá una Puerta Santa como tal: para ganar la gracia jubilar basta con peregrinar hasta el templo y cumplir los requisitos habituales (confesión y comunión, oración por las intenciones del Papa y el rezo del Credo). Además de la Catedral de Oviedo, serán templos jubilares para ganar la indulgencia plenaria en nuestra diócesis el Santuario de Covadonga y la Basílica del Sagrado Corazón de Gijón.






El logo del Año de la Misericordia es obra del artista jesuita Marko Iván Rupnik, y se presenta como un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado. Destaca, en el dibujo, el Buen Pastor, que carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se funden con los del hombre. Cristo ve en el ojo de Adán y éste lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre. La escena se coloca dentro de una mandorla, una figura importante en la iconografía antigua y medieval, que evoca la copresencia de las dos naturalezas, humana y divina, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color cada vez más claro, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera del pecado y de la muerte.